La tradicional matanza del cerdo, celebrada en enero, era antiguamente la base del sustento de las gentes del interior de la provincia. Todavía hoy tiene lugar en muchos hogares siendo todo un ritual y punto de partida de muy variados platos. El jamón y los embutidos son los productos estrella elaborados tras la matanza. Las longanizas, botifarras, las conservas o frito y los guisos de toda clase, son protagonistas en la inmensa mayoría de las cocinas. También son muy conocidos los tradicionales tombets, elaborados a base de carne y acompañados con caracoles de montaña (muy típicos y sabrosos), setas como el rovelló o el rossinyol (abundantes en nuestros pinares y en la zona del Penyagolosa) y verduras variadas.
Especialmente típica de nuestra provincia es la olla, que tiene muchas variedades; en algunos casos, producto de la tradicional matanza, junto con un buen número de verduras. También en el interior se elaboran suculentos arroces, como la paella de monte o el arròs de temporà.

Tampoco podemos olvidarnos de los exquisitos quesos de nuestra tierra, con leche de cabra u oveja, frescos y curados, que suponen todo un manjar y un placer para los sentidos.
Otro plato obligado de la provincia es la carne a la brasa, mayoritariamente procedente del cordero, que pasta en lugares en los que abundan las hierbas aromáticas; el ganado vacuno que se cría en las zonas de interior, la carne de conejo del Maestrat y la caza. Las clásicas chuletas braseadas o el jugoso ternasco, acompañado del indispensable y delicioso allioli, son platos de primera magnitud e indispensables en cualquier mesa durante todas las estaciones del año.